Mi historia
Me llamo Laura Martínez Inojosa, crecí en el pueblo de San Sebastián de los Reyes, al norte de Venezuela, sus habitantes se dedican a la agricultura y uno de sus atractivos turísticos, es la venta de “queso de mano” con un proceso totalmente artesanal, en la infancia recorría sus calles y aceras empedradas, con figuras de colores terracotas, percibiendo griteríos y murmullos a lo lejos, con sonidos de cuerdas de guitarras, seguidas por las melodiosas voces de mis tíos, rodeándome de la creatividad en sus improvisaciones, al cantar en las ventanas de los vecinos. En el fondo del patio una luz resplandeciente, lo cruzaba entre árboles de naranjos aprovechando el intenso olor de sus flores y la humedad del barro alcanzada por lloviznas imprevistas, una mesa de madera, con un mantel tejido con delicadeza por mi abuela, encima, tasas coloridas con dulce de lechosa, que al morder se partía suavemente en pequeños trozos para derramar aquel delicioso sabor, reunidos debajo de la sombra de un frondoso árbol de mango en casa de mis abuelos, entre música, bailes y carcajadas de mis tías.
Luego me llevaron a vivir a la ciudad de Maracay y participé en la primera exposición de pintura titulada “La tierra”, con motivo de la celebración del aniversario de la Escuela a mis 8 años, incentivada por mi madre.
Mas tarde contrató un profesor de nacionalidad francesa, para mis clases particulares durante un tiempo, posteriormente participé en otras exposiciones mientras disfrutaba de la maternidad de mi primer hijo, acompañada de pintores, paseos por campos con hermosos follajes, colores que adornaban sus caminos, lagunas reflejando los paisajes aragüenos para inspirarnos en las pinceladas sobre nuestros lienzos.
Trascurrida una pausa, entretenida en experiencias buenas y en superar las malas, hasta que un día me encontraba en Indonesia, con un silencio agradable en medio de panoramas nuevos, con aromas que solían recordarme los días lluviosos en mi pueblo, retomé la pintura con entusiasmo, enamorada del sueño que desde niña quería alcanzar. Ahora son los acantilados del mediterráneo, con ese vibrante ruido del vaivén de sus olas, las que susurran a mis oídos y arrebatan los pinceles empapados de vivos colores para transmitir con la pintura, la alegría de vivir, el amor por la naturaleza y la bondad en los corazones.